Hoy se me olvidaron las llaves de casa y tuve que esperar a que viniera mi hermano mientras almorzaba en un restaurante de la zona. La comida estuvo rica y el ambiente, agradable.
Si esto hubiera sucedido hace un año, lo más seguro es que hubiera tocado en casa de mi abuela, hubiera podido disfrutar de una comida casera de esas improvisadas y de buena compañía, a la misma vez que me hubiera llevado alguna que otra reprimenda combinada con palabras como: ¡Ay Glorita, dónde tienes la cabeza! ¡Es que así no se puede ir por la vida! ¡Estás hecha una cabra loca! etc. Todo esto a pesar de que rozo la treintena.
En este caso, seguramente hubiera considerado dicho almuerzo como uno de muchos y conociéndome, hasta me hubiera ido algo enfadada por no comprender cómo mi abuela, con la edad que tendría, seguiría empeñándose en tratarme como una niña pequeña a pesar del paso de los años.
Pues bien, porque hoy no tuve dónde ir cuando se me olvidaron las llaves de casa, porque es en esos momentos del día a día cuando mi corazón se resiente un poquito más de las ausencias de la vida, porque he tenido la suerte de tener abuelos y de disfrutar de una relación genial con ellos, porque gracias a eso he podido recibir su experiencia, su amor incondicional y he conocido formas diferentes de actuar y aprender frente a la vida y porque sé que no sería quién soy ahora si no hubiera sido en gran parte, gracias a ellos, me gustaría conmemorar el Día Internacional del Mayor.
Nuestros mayores no sólo son importantes, sino que son muy necesarios para el progreso y madurez de una sociedad. Me gustaría pedir que se les tratara con respeto, que se viera más allá de sus limitaciones físicas/psíquicas y que se pusieran todos los recursos necesarios a su alcance para que la última etapa de su viaje fuera todo un disfrute, no una penitencia.
Hoy se me olvidaron las llaves de casa. Qué casualidad oye...
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